En 1838 William Freeman ayudó a su hijo William F. Freeman y a su futuro yerno Elisha Atkins a crear la empresa Atkins & Freeman. Les prestó a cada uno $2 500 dólares y les regaló el barco Charlotte y los bergantines Adelaide y Neptuno. Ese mismo año la recién creada empresa envió su primera carga a Trinidad, gracias a las conexiones personales que tenía el viejo Freeman en las ciudades de Trinidad y Remedios. A medida que siguió creciendo el negocio, Freeman y Atkins tomaron rumbos distintos. La compañía se pasó a llamar E. Atkins & Company y se centró en el azúcar.
En su libro A New England family, Helen A. Claflin cuenta que “los cargamentos a menudo sumaban cincuenta en un solo año y las ganancias superaban los millones”. En los 30 años que llevaba Atkins en Cuba las producciones de azúcar se habían incrementado de 75 000 a 749 000 toneladas y Boston, su ciudad natal, se había convertido en un gran mercado para este rubro. Entre 1850 y 1860 la empresa no solo se dedicó al transporte y la comercialización de azúcar, sino que actuó como banco y otorgó créditos a los azucareros cubanos.
En 1868, con el inicio de la Guerra de los Diez Años, esta industria se vería seriamente afectada. Muchos ingenios fueron destruidos y las producciones disminuyeron durante esta década. La familia Torriente Bros., entonces propietarios del central Soledad, lo entregaron a Atkins para pagar las deudas que tenían. Comenzaba así su incursión en el negocio de producción de azúcar. En diciembre de 1869, Atkins recibió a su hijo Edwin en Cienfuegos. Edwin, en lo adelante, se encargaría de sus negocios en Cuba y más tarde llevaría a su esposa y a sus hijos a vivir al Soledad durante buena parte del año.
Para mejorar las variedades de caña de azúcar, Edwin creó un jardín botánico en 1901 y lo transfirió a la Universidad de Harvard en 1919 para que se especializara en mejoras económicas a partir de la botánica. Edwin murió en 1926 y en 1951 su esposa recibió la medalla Céspedes que otorgaba el gobierno cubano por el trabajo realizado por Cuba. En 1953 murió y sus hijos heredaron el central Soledad. Helen A. Claflin, hija de Edwin, era la accionista principal de la Compañía Azucarera Soledad S.A. antes de su nacionalización el 6 de agosto de 1960.
De acuerdo con la reclamación, “sus tierras estaban convenientemente ubicadas cerca del puerto de aguas profundas de Cienfuegos y estaban atravesadas por dos ríos, uno de los cuales era navegable, lo cual les proporcionaba transporte por vía marítima a Cienfuegos”.
La empresa era propietaria de un ingenio azucarero con todas las obras, instalaciones y plantaciones necesarias, de un ferrocarril que iba desde las plantaciones hasta el molino de azúcar y desde el molino hasta el muelle de carga en el río. La Compañía también poseía extensas tierras de pastoreo en las que tenía ganado para carne, ganado lechero y animales de trabajo. En enero de 1960, la Compañía era propietaria de 819 caballerías de tierra, arrendaba 72 caballerías de otros colonos y había molido 338 caballerías de caña pertenecientes a colonos o a agricultores contratados. La Compañía era dueña de 31 millas de ferrocarril de vía estrecha con locomotoras de vapor, carros de carga de caña de madera con piso de acero y vagones de carga, góndolas y automóviles.